La Traslación del Apóstol Santiago
Desde los inicios de la tradición jacobea –hace ya mil doscientos años– España profesa una honda devoción por el Apóstol Santiago. Esta admiración se manifiesta especialmente en ocasiones como la que ahora nos ocupa: la conmemoración del traslado (Translatio) a Galicia de los restos del Zebedeo. No debemos olvidar que Santiago de Compostela es, junto con Roma y Jerusalén, uno de los tres grandes hitos de la cristiandad. Hoy en día, en pleno siglo XXI, gentes de todo el orbe acuden –como en los mejores tiempos de las peregrinaciones en el Medioevo– a postrarse ante el sepulcro del único discípulo de Jesús que, junto con San Pedro de Roma, está enterrado en el Viejo Continente.
Es cierto que, en la actualidad, la fuerza evangelizadora del Apóstol cobra forma en un amplio y variado abanico de manifestaciones humanas, más todas ellas se desenvuelven bajo una misma fuerza, una espiritualidad común que da aliento al caminante y gozo pleno en la meta Santa.
A lado de todas estas expresiones de hondo y histórico contenido religioso y espiritual, viene a sumarse esta Ruta Xacobea marítimo-fluvial por el mar de Arousa y el río Ulla, que pretende, fundamentalmente, contribuir al mejor conocimiento y exaltación de Santiago el Maior a través de unas parajes naturales y etnográficos de indudable valor e interés.
Siguiendo los testimonios y la tradición, esta Ruta actualiza el paso de la nave apostólica que conducía los restos de Santiago desde Jaffa, en Palestina, hasta Iria Flavia, la actual villa de Padrón.
Esta tradición fue seguida con fervor en todo el mundo cristiano y llegó a plasmarse, a lo largo de la milenaria historia jacobea, en una variada y riquísima iconografía que nos representa la última singladura del Apóstol Santiago en la compañía de sus discípulos Atanasio e Teodoro. Ellos, conducidos por un ángel y guiados por una estrella –según se muestra en el escudo municipal de la villa de Padrón– arribaron a las costas de Galicia penetrando por el mar de Arousa y subiendo por el cauce del río Ulla, camino de Compostela, donde hoy sus restos se veneran.
La singladura que entra en Galicia por las aguas atlánticas de la mayor ría de España –la de Arousa, que es en sí todo un océano en miniatura–, continúa seguidamente por un espléndido ascenso a través del cauce del Ulla hasta alcanzar las tierras de Iria. Un trecho que ofrece al peregrino un paraje de singular belleza. La remontada río arriba cobra una significación especial, pues esta ruta traza unos caminos de encuentro con un pasado glorioso. Es ascender por una columna vertebral entre márgenes fértiles, cargadas de historia y leyendas, en unas aguas –primero saladas y luego fluviales– que resumen también la historia de esta tierra.
Aquella mínima nave que supo esquivar las turbulencias de un mar revuelto, es en la actualidad un símbolo clave de la cristiandad. Todos los años, cada 30 de diciembre, la Mitra compostelana rememora esta tradición, acto que lleva parejo una ofrenda real.